El Santísimo Cristo del Calvario

Un pequeño Resumen

El Cristo resucitado entre dos ladrones.

Dedicado a Agustín Jurado, quien ahora en el ocaso de la vida se torna en niño.

Sin duda alguna es el grupo escultórico del Calvario, realizado por Juan Luis Vassallo para la cofradía del mismo nombre de Baeza, una de las mejores muestras de la escultura religiosa de los años 60. Dentro de las corrientes renovadoras de la escultura figurativa contemporánea, responde a un ideario clásico en la resolución de este tipo de encargos, pero sí muy moderno en cuanto al concepto escultórico y a su realización alejándose de los postulados clásicos de la imaginería tradicional, muy asentados y aceptados en el ideario de las gentes de Andalucía.

Fruto del impulso de la familia Jurado, se hace realidad la recuperación del antiguo grupo escultórico de “La Lanzada”, al rescate del cual se lanza Agustín Jurado apoyado por su padre Cándido Jurado Cejudo y su primo hermano Agustín Jurado de la Poza, demanda que recoge de cofrades huérfanos de su querido cristo. Pero es sin duda la elección de Juan Luis Vassallo(1) lo más plausible de esta empresa.

A la hora de encargar imágenes, el modus operandi se repetía. El afamado escultor Juan de Ávalos lo relata así:

“…Se vivía de la reconstrucción de imágenes perdidas en la destrucción y quema de iglesias, esto no podía haber sido mejor aliciente para la creación artística. Pero resultó un desastre; porque siempre que venían a pedir una imagen religiosa tenía que ser como la de la foto, que había sido muy milagrosa”  

Pero en este caso no se repitió la historia, Agustín Jurado supo ver en aquel hombre el artífice perfecto para su empeño. Muy destacable es en primer la actitud del mecenas, quien no puso ningún condicionante para el trabajo del artista.

“Simplemente queremos  que nos haga un cristo y dos ladrones, que configuren el grupo del calvario que se perdió en la guerra”.

Me relató en una de las ocasiones que hable con él a cuentas de este tema.  Se contrata con Vassallo el conjunto entero, las imágenes y el trono con todos sus accesorios, obligando al escultor a realizar de su mano el cristo y lo demás no necesariamente, aunque los modelos y la dirección de la obra sería suya. Trabajaron Vasallo y sus colaboradores con celeridad, puesto que el grupo y el trono estaban acabados en algo menos de un año. Reseñable por ese detalle el poco escatimo en recursos económicos por parte de Agustín Jurado, pues esta empresa se mostraba dispendiosa. Por expreso deseo suyo no se conoce el montante económico del grupo y del trono, pues lo consideraba un regalo a su cofradía(4) y para su pueblo.

 

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Jueves Santo en Baeza

El Cristo del Calvario te espera por las calles de Baeza

El Cristo y los ladrones.

Para la ejecución del grupo ciertamente tampoco le era necesaria la foto, puesto que Vassallo, pasó 5 años en Baeza, y conoció su semana santa y precisamente el grupo que se procesionaba en esos años fue el ¿originario?(5) , el cristo con los ladrones, uno de raza blanca y otro de raza negra. Además esta cuestión por pura observación se corrobora puesto que hay dos aspectos fundamentales en la composición del grupo escultórico. En primer lugar la disposición en paralelo de las figuras, y en segundo lugar la forma de crucifixión de los ladrones con los brazos entrelazados al patibulum.

En la creación artística hay que partir de una base, lo que se va a representar, y después  de la suficiente actitud y creatividad para lograr una obra con sentido, empaque y visión de conjunto. Desde el punto de vista conceptual Vassallo dota al grupo de renovación y novedad, lo cual es sin duda su aspecto fundamental. Partiendo del grupo de La Lanzada, donde Cristo aparece muerto acompañado por dos ladrones vivos, lo resucita y convierte un pasaje de muerte y de dolor en uno de redención y vida. Pero es más, confiere al conjunto un afán pedagógico, evangelizador, transformándolo en el pasaje  de la conversión del buen ladrón:

“Acuérdate de mi cuando llegues a mi reino. Jesús le respondió: En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso”. Lc 23, 39-43.

Sentido evangélico que concibe Vassallo para su procesionar, como los grupos que realizara Gregorio Fernández depositados en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Recrea nuestro escultor perfectamente este pasaje el cual le sirve para crear relaciones entre los personajes del grupo, creando ritmos, correspondencias y un gran sentido plástico al conjunto. El cristo aparece crucificado con un cierto giro a la derecha, por esta posición evidencia que se dirige cristo a la persona que tiene detrás, al lado del buen ladrón. Se muestra el Nazareno en actitud de conversar, pues tiene la boca entreabierta. Esto a su vez es correspondido por la imagen del buen ladrón, que también responde al nazareno hacia delante. Aparece a su vez el mal ladrón en actitud renegante demostrando su disconformidad a lo que escucha y contempla. Así crea un claro ritmo compositivo, dando sentido al grupo conformando una unidad y un discurso cerrado donde participan las tres figuras que lo conforman.

En cuanto a la ejecución del cristo, este tiene un buen modelado, suave de formas que confieren a la obra un sentido espiritual, muy entroncado con las influencia italianizante de su autor. Podríamos hablar de una vinculación al realismo castellano, corriente en la cual se asienta  Vassallo a la hora de tratar su obra religiosa. Si bien el tratamiento del sufrimiento del crucificado es muy tenue tanto en sus muestras de dolor como en la interpretación de sus heridas. En contraposición con el cristo expirante que realiza para Úbeda en 1942(6) , más en la corriente del mediterraneísmo, con rotundas formas contundentes y voluptuosas en lo volumétrico.

Realiza otro cristo en donde toma la esencia de este crucificado baezano, lo hace aún más personal, llegando estos postulados al súmmum creando una obra como es el cristo de la Paz , sin duda su obra de imaginería más interesante. El maestro demuestra de esta forma su satisfacción con la línea ejecutada en el cristo del Calvario. Nos muestra a un cristo crucificado de tres clavos, de escueto sudario y dejando la pierna derecha al descubierto, esbelto y espiritual, que transmite una sensación de serenidad y  dignidad. Dulcificado en su expresión de sufrimiento y exento del excesivo aparato cruento, retrotrae a la escultura gótica.

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En el caso de los ladrones, también son modelos de Vassallo si bien fueron realizados por sus auxiliares, que los sacaron a puntos. Muestran su homogeneidad en armonía con el cristo, también esbeltos y dignos, amables al admirarlos, salvo el mal ladrón con su expresión de espanto y rabia contenida, que lo hace desagradable a la vista.

Desde el punto de vista de la policromía esta está muy bien entonada realizada en pulimento, muy armónica en gamas tierras y  ocres. De preparación escasa que le permite esa transparencia y ligereza visual confiere a la imagen esa liviandad, incluso el sudario esta sin preparación, dejando a la vista la textura de las gubias. En este caso los ladrones son más parcos en matices bien entonados confiriéndoles a cada uno una valoración tonal distinta, atendiendo a una diferenciación racial, uno más indoeuropeo y el otro más arábigo.

Desde mi modesta opinión, todas las obras han de tener una visión de conjunto, estudiar no solo su ejecución sino también razonar para qué se van a realizar, cómo se van a ver. Encontrar una respuesta tan certera y calculada como en la obra que nos ocupamos, es francamente difícil. Es sin duda esta cualidad del conjunto la que realza su valor plástico como propuesta artística hija de su tiempo.

El trono.

Capital me parece la puesta en valor del trono, ya que en esta obra no tiene sólo un valor de pieza accesoria o de simple chasis para su procesionar. Su homogeneidad estilística con el grupo escultórico le confiere el valor de sobresaliente “trono” para su obra. Muy vanguardista con líneas suaves limpias y lejos de estridencias y recargamientos, de estudiada composición integra sin fisuras cada uno de los elementos con la obra y los conjuga para que, contemplando la obra, seamos capaces de entender su discurso en lo formal y en lo práctico. Tiene un primer cuerpo al cajillo recto, con recuadros de celosía y como único elemento decorativo  una sucesión de sudarios y coronas de flores. Pero es sin duda el segundo cuerpo el que centra nuestra atención, y en él se distribuye con mucho acierto el alumbrado y el pedestal sobre el que se anclan las cruces. El uno supedita al otro ajustándose la planta de este cuerpo a una combinación de semicírculos cóncavos y convexos para disponer y ceder su sitio al alumbrado en este caso unos magníficos faroles confeccionados en latón, favoreciendo la integración a los faroles, muy esbeltos. Ocupan estos su espacio dentro del trono sin estorbar  y dotándoles de un peso propio en la composición del trono. El elemento que decora todo el segundo cuerpo es una seriación de hojas de acanto muy sencillas, que le confiere un sentido compositivo muy ascensional, potenciando la esbeltez del conjunto y compensando el achaparramiento del trono por sus grandes medidas.

En cuanto al trono, la carpintería fue realizada por los carpinteros que trabajaban en su empresa de construcción, si bien la talla fue realizada por sus asistentes, al igual que los faroles, si bien como anécdota el dorador del trono fue un hombre llamado Francisco y natural de la vecina Úbeda. Se realizaron las obras del trono en una nave que poseía la familia Jurado en Madrid.

Nos encontramos, pues, ante un ejemplo claro de un conjunto procesional, cerrado en su conjunto, muy bien estudiado en cuanto el diseño. Sin dudas podemos declarar esta obra como un paradigma de la plástica figurativa de la época, en ese intento renovador en lo formal y en lo conceptual. Muy constatado está lo infructuoso de este intento pues, estos modelos más acordes a nuestro tiempo han sido incomprendidos, como por ejemplo el caso del grupo de la Soledad de Juan de Ávalos para la cofradía de Mena en Málaga. Este tipo de obras han ganado con el tiempo, el cual sin duda lo ha puesto en su sitio a pesar de las críticas que recibió en Baeza a su llegada para la semana santa del año 62. Sencillo, sereno y espiritual. Con estas palabras definiría a sin duda uno de los mejores Calvarios realizados para una cofradía pasionista.

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Imágenes del trono

Detalles del trono del Calvario

Julian César Sánchez Ruiz

Licenciado en Bellas Artes.

1 Pronunciado con doble L no con la letra “LL” como bien recuerdo a Agustín Jurado decirlo, por la ascendencia italiana de su apellido.

4 Confirmado y relatado por Juan Manuel Fernàndez Jurado que se encontraba en Madrid en aquel año, y acompaño a Agustín en las gestiones y el seguimiento del trabajo.

5 Hay una teoría, bien argumentada, sostenida por el historiador José Fco. Garrido Lemus y José M. García Cruz, que narra que el cristo de la época fundacional fue intercambiado por otro crucificado que se encontraba en la capilla del cementerio de Baeza. Así el primitivo de la Vera Cruz quedó en la capilla del camposanto y el que allí se encontraba pasó a ser el titular de La Lanzada, el cual fue destruido en el 36. A finales de los setenta el que quedó en el cementerio fue recuperado para volver a procesionar por la cofradía de “Las Escuelas”.

6 Cristo realizado para la cofradía de la Expiración de la ciudad de Úbeda.

7 Realizado para el colegio de Nuestra Señora de los Reyes, Barrio de Torreblanca. Actualmente en una residencia de ancianos de Dos Hermanas

Juan Luis Vassallo Parodi

Modelo en escayola del Cristo del Calvario, realizado por Juan Luis Vassallo como trabajo previo a la talla de la imagen del Cristo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un pequeño Resumen

Juan Luis Vassallo Parodi

El elegido tenía vinculación con Baeza, era además conocido de la familia y sumado a su fama y prestigio, hace pensar en su persona para llevar a cabo la recuperación del grupo escultórico y el trono. Fue su padre profesor de la Escuela de Artes y Oficios “Gaspar Becerra”. Permaneciendo en Baeza durante los años 1922-1927, iniciando en esta ciudad su formación artística. Tras esto, agotadas sus posibilidades de progresión, marcha a Madrid, en donde consigue una beca para asistir a clases de dibujo del natural en el Círculo de Bellas Artes, completando sus estudios en la Escuela de Artes de Madrid y posteriormente en la Facultad de BBAA de San Fernando de la capital.
Pertenece Vassallo  a un grupo amplio de escultores que trabajaron la escultura figurativa, con aires renovados. En los años de posguerra destacaba la figura de Mariano Benlliure, Aniceto Marinas(2) , Juan de Ávalos(3) , José Capuz, Ortells y Juan  Adsuara. Encuadramos a Vassallo en la órbita madrileña, ya que allí desarrolló la mayoría de su obra, sólo con un breve paréntesis, ya que estuvo como profesor en la Escuela de Arte de Sevilla aunque nunca perdió sus vínculos con su tierra andaluza y más en concreto con Cádiz. Se mueve nuestro artista entre las principales tendencias figurativas del momento: el mediterraneísmo y el realismo castellano, encontrando en su obra piezas representativas de ambas corrientes.
Nos centraremos en su faceta como imaginero. Supo aunar en ella Vassallo la perfección clásica con el espíritu más abierto de la época. Son abundantes los temas religiosos en su obra, sobre todo destacaremos su serie de crucificados, a la que pertenece la obra a la cual le dedicaremos este escrito, de unas características muy personales.

2 Tanto Aniceto Marinas como José Capuz fueron profesores suyos en etapa de formación en Madrid.

3 Es destacable que Juan Luis Vassallo le ganara la cátedra de escultura a este magnífico artista, quizás el  escultor figurativo de más repercusión fuera de España en aquellos años.

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