Saluda de la Hermana Mayor

Estimados hermanos en Cristo:

Hoy me dirijo a vosotros como hermana mayor de nuestra hermandad después de haber recibido vuestra confianza en las pasadas elecciones y por eso quiero daros las gracias por haber depositado en mi persona vuestra confianza. Inicio este camino con mucha ilusión con proyectos nuevos y le pido a nuestros sagrados titulares que me ayuden para que el trabajo que realice junto a la junta de gobierno sea digno y esté a la altura de todos nuestros hermanos.

Hace unos días comenzamos la Cuaresma y con ella nuestro especial camino de conversión tal y como hizo Jesús. Durante cuarenta días anduvo por el desierto tentado por el demonio para que se salvara y no se enfrentara al sufrimiento y dolor de la muerte, pero Él no fue cómodo; quiso cumplir la palabra de Dios Padre. Pues bien, nosotros al igual que Jesús hemos de prepararnos para la Pascua del Señor intentando no escoger el camino fácil sino aquel que Jesús nos pide. En la imposición de la ceniza el sacerdote nos dice “conviértete y cree en el evangelio”. Revisemos nuestra vida, nuestros actos más recientes y realicemos un ejercicio de acercamiento a Dios.

La conversión es la llamada insistente a que asumamos y reconozcamos nuestras debilidades, es la humildad y sinceridad del hijo pródigo, de rectificar los pequeños errores y defectos que nos alejan del Dios Vivo. Cambiemos nuestra mentalidad, llena de eslóganes mundanos lejos del evangelio y transformémosla por una visión cristiana. Renunciemos a nuestro egoísmo que nos cierra la puerta a Dios y al prójimo. Miremos, pues, a Jesucristo. Contemplemos el cuerpo desnudo del Crucificado, el Santísimo Cristo del Calvario, herido y mancillado, sus manos y pies traspasados por clavos que representan a aquellos que no supieron entender el mensaje de AMOR.

Finaliza la Cuaresma y junto con ella realizaremos nuestra procesión de penitencia. Sacad vuestras túnicas, pequeños y grandes. Mujeres, vestid vuestras mantillas. Preparadlas con esmero, que reluzcan en la tarde del Jueves Santo. Baeza, nuestra cita es con Dios mismo y con su madre, amorosa y dolorida en la advocación de la Amargura. Demos testimonio público de nuestra fe. Es nuestro deber como cristianos llevar la  palabra de Dios a quien quiera escucharnos, evangelizar es nuestra misión y no hay mejor manera que manifestar públicamente que creemos en Dios.

Es una satisfacción para todos nosotros y en especial para mí ver como aquellos jóvenes, que, siendo unos niños, sacaban una cruz en el mes de María. Hoy son miembros no solo de la hermandad sino que forman parte de la Junta de Gobierno asumiendo responsabilidades. Finalizo dándoos nuevamente las gracias a cada uno de vosotros y sabed que la Junta de Gobierno y yo misma estamos a vuestra disposición para lo que
necesitéis.

Antonia Serrano Gutiérrez

 

Hermana Mayor de la Cofradía