Emblema Corporativo de la Ilustre y Venerable Cofradía del Stmo. Cristo del Calvario y Ntra. Sra. de la Amargura

José Francisco Garrido Lemus

El emblema que aquí se presenta ha sido diseñado a requerimiento de la junta de gobierno de la hermandad. Entendemos que este requerimiento ha estado motivado por un deseo de dotar a la corporación de una representación heráldica que unificara –especialmente a la hora de representarla en publicaciones de todo tipo– la diversidad de escudos y emblemas con los que se ha cumplido esta función a lo largo de su historia, pero especialmente en los últimos años.

Así pues, tras presentar y ser convenientemente aprobados tanto los elementos esenciales del diseño como el mensaje que con ellos se quería transmitir, el boceto preliminar que sirvió para la presentación fue perfilando su forma conforme se iban tomando las diferentes decisiones estéticas que, en última instancia, han dado lugar al modelo que finalmente presentamos en la ilustración que acompaña a este artículo. Pero el paso final, y el que realmente ha dotado al emblema de todo su poder de representación y de su atractivo estético, fue la aplicación del color con sus correspondientes valoraciones de luces y sombras, que ha realizado –con grandísimo acierto– Javier Ruiz Olivera: pintor y fotógrafo cofrade que una vez más, y de manera desinteresada, nos ha vuelto a dejar una inequívoca muestra de su gran solvencia y buen hacer en estas labores.

Pasemos ahora a presentar –de dentro a fuera– los distintos elementos que componen el emblema, con la confianza de que la explicación que daremos de ellos revelará al mismo tiempo, con suficiente claridad, el discurso que vienen a armar:

  1. Escudo: sobre campo de sable (negro) tres cruces latinas blancas[1] en faja –con la central de mayor tamaño– sumadas a una terraza montañosa del mismo color; la cruz central aparece a su vez sumada de una cartela cargando con la leyenda INRI. Se trata de unas “armas parlantes”, puesto que lo representado por ellas (el Calvario) recibe el mismo nombre que su propietario (la hermandad). En esencia estamos ante el símbolo tradicional de la corporación: repetido con diversas variaciones desde la aparición de sus primeros símbolos propios en 1927.[2] La única novedad está en la conjunción de los tres elementos en un mismo escudo, ya que aparte la presencia permanente de las tres cruces en las distintas versiones del mismo, el Calvario y el INRI nunca antes habían aparecido juntos en la misma representación.
  2. Boca del escudo: su forma mixtilínea (y la del INRI) se ha tomado de la bandera corporativa de 1935[3] [1] y ha sido plasmada mediante una representación del cordón del hábito de reglas, que con su característico trenzado y las cascadas de madroños que rematan sus cabos es, hoy por hoy, uno de los símbolos propios más distintivos de la corporación. Su empleo, además, no es puramente decorativo, puesto que viene a realizar la función misma que le corresponde como objeto material: mantener unidos y sujetos todos los elementos de la composición.
  3. Entorno del escudo –compuesto, a su vez, de tres elementos:

 

[1] Somos conscientes de que el color blanco no existe como esmalte heráldico. Véase más abajo la justificación que aducimos, no obstante, para justificar su uso.

[2] Salvo el caso de citas específicas, todas las referencias históricas están tomadas de GARRIDO LEMUS, José Francisco: “Una historia de la hermandad de La Lanzada-El Calvario”, Gólgota 2017, pp. 72-95 [http://cristodelcalvario.com/boletin_golgota2017.html]

Los números que irán apareciendo entre corchetes en el texto remiten a las distintas versiones heráldicas representadas en las fotografías que acompañan a este artículo.

[3] V. GARRIDO LEMUS, José Francisco: “Nueva documentación para la historia de El Calvario y La Vera-Cruz, contabilidad de la Cofradía del Sto. Cristo de La Lanzada: 1927-1935”, Gólgota 2018, pp. 80-103 [http://cristodelcalvario.com/boletin_golgota2018.html]

  • La pareja de palmas que flanquea el escudo simboliza la consecución del Paraíso –icono con el habitualmente se representa a los mártires– que en el caso de nuestra devoción corporativa constituye la promesa que Cristo hace a San Dimas desde la cruz, y cuyo texto latino aparece en la filacteria que rodea el emblema. Se trata de un símbolo que ha estado presente en diversas representaciones heráldicas de la hermandad, al menos –que sepamos– a partir de la hechura de los llamados cuadrantes [2] en los años treinta del s. XX.
  • Por su parte, la lanza acolada al escudo –de la que solo son visibles cabeza y regatón– hace referencia a la advocación histórica de La Lanzada. Una advocación que comienza a usarse en los últimos decenios del s. XIX en el seno de la antigua Cofradía de la Vera-Cruz, pero que en 1927, al surgir nuestra hermandad como corporación propiamente dicha, pasa a convertirse en su primera titulación oficial.[1] Volviendo a nuestro diseño, la melena ornamental de la lanza exhibe siete hebras (por las Palabras de Cristo en la cruz) alternando el metal dorado con el esmalte morado, es decir, la combinación cromática presente ya en el primer escudo corporativo desde su versión de 1927 [3].
  • Finalmente, una única filacteria rodea completamente al conjunto a la vez que despliega dos leyendas:
    • Una superior, interrumpida por la cabeza de la lanza, en la que se implora a la cruz que otorgue la gracia a los piadosos (O crux, piis adauge gratiam). Se trata de una cita del himno Vexilla Regis[2], cuyo canto durante la estación de penitencia prescribían las ordenanzas de 1555[3]. Con esta leyenda hemos querido hacer referencia, por una parte, a la antigua cofradía de La Vera-Cruz, hermandad en la que primero tomó cuerpo la devoción penitencial que hoy representa la actual corporación; y por otra parte, a la advocación misma del Cristo de las Gracias, como fue conocido el crucificado de la hermandad crucera baezana hasta que a fines del s. XIX dicho título dejó de usarse en favor del ya citado de La Lanzada;[4] de igual manera, en el emblema el símbolo de esta última advocación viene a interrumpir físicamente el despliegue de la leyenda.
    • Una leyenda inferior que recoge en latín la segunda de las Siete Palabras, es decir, el “hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23:43) que Cristo dirige a san Dimas desde la cruz (Hodie mecum eris in Paradiso). Esto es, el pasaje evangélico representado por el actual paso de Vassallo, y que hoy constituye la devoción cristífera de la hermandad.

De este modo, por las leyendas que despliega, además de por su papel como elemento que abarca ininterrumpidamente el conjunto, la filacteria viene a representar la continuidad histórica de la tradición penitencial que en 1927 asumió la identidad que hoy conocemos como la hermandad de El Calvario; una continuidad que se ha mantenido en el tiempo a través de –y a pesar de– la pluralidad de advocaciones, y hasta de pasajes evangélicos representados por las diversas imágenes cristíferas objeto de devoción en el seno de las diferentes corporaciones que se han sucedido a través de una única historia de casi quinientos años. 

Esperamos que las notas precedentes hayan sido de utilidad a nuestros lectores para alcanzar un entendimiento completo del mensaje que hemos querido representar plásticamente a través, no solo de cada uno de los símbolos que constituyen el presente emblema, sino en igual medida de la arquitectura de la que ellos mismos forman parte y con la que hemos querido crear una unidad de conjunto.

Ahora bien, somos conscientes de que este no era el único emblema posible para representar a nuestra hermandad. Quizá podrían haberse utilizado otros símbolos para personificar las mismas realidades; y lo que es aún más interesante, también habría sido posible añadir otros símbolos que representaran realidades que han quedado fuera de este diseño. Pensamos en primer lugar en La Amargura, la actual advocación mariana de la hermandad, pero también y por qué no, en las diferentes sedes en las que ha tenido residencia a lo largo de la historia la tradición penitencial que hoy encarna la hermandad de El Calvario. Se trata de consideraciones válidas, dignas de discusión y que podrían haber producido un emblema de igual dignidad, si no mayor, que la del actual. Sin embargo, y con el beneplácito de los oficiales de la hermandad, desde un principio decidimos optar por el presente diseño, no solo en aras de una cierta continuidad histórica, sino también de materializar la opción estética que en nuestra opinión más y mejor contribuye a reforzar el estilo que creemos debe ser el que defina en todo momento a nuestra cofradía.                  

Así pues, desde un punto de vista estético, nos hemos decantado por aproximarnos a formas tendentes a una geometría más bien simple, y a un colorido austero y plano; los mismos principios que predominaron en la representación simbólica de la hermandad con su resurgimiento de los años sesenta. Nos referimos al propio peto del hábito de estatutos, a la bandera corporativa de aquel período[5] o al bajorrelieve que decora el volante del paso de misterio [4]. Más adelante –en los años noventa– la introducción de enseres de orfebrería con diseños neobarrocos más naturalistas –como los presentes en cetros [5], medallas de hermano o en el frontal del respiradero del paso de palio [6]– dio entrada a otros emblemas corporativos que se fueron alejando de la simplicidad y la claridad que admiramos en los primeros diseños citados y que tan apropiados resultan para los muebles de los diseños heráldicos más clásicos.

Por otra parte, a la hora de decidir el colorido hemos querido ser fieles a aquel con el que hoy se identifica la hermandad y a la hermandad: el contraste entre el campo negro y las cruces blancas.[6] Incluso cuando su utilización contraviene las normas de la heráldica: que en primer lugar no reconoce el blanco como uno de sus esmaltes o colores, y en segundo lugar, tampoco permite el uso de esmalte sobre esmalte en el diseño de los escudos. De manera que un purismo estricto nos hubiera obligado a sustituir el color blanco por el metal de plata, primero, como alternativa más cercana a ese color, y segundo, para respetar la norma heráldica que prescribe el uso obligado de uno de los metales sobre cualquiera de los esmaltes. Nos pareció, sin embargo, más importante respetar esta referencia al hábito penitencial, a la tradición que representa y a la elegante simplicidad de su combinación cromática.

Finalmente, nos gustaría destacar el esfuerzo realizado para conseguir que todos los elementos del diseño aparezcan físicamente interrelacionados. Por una parte  ̶ y como ya se ha dicho ̶  para subrayar plásticamente la unidad del mensaje al que todas las partes contribuyen; pero por otra parte, y desde un punto de vista simplemente práctico, para facilitar la ejecución de este diseño en cualquiera de los soportes en que se utilizan los emblemas cofrades; de manera que cualquiera que sea el material o la técnica a emplear para desarrollarlo den como resultado un producto que, con la menor cantidad posible de ‘cabos sueltos’, esté dotado de la necesaria solidez para facilitar su conservación.      

No nos queda ya sino agradecer a la junta de gobierno la confianza depositada en nuestra labor, y esperar que sean ahora los y las cofrades de El Calvario quienes decididamente se reconozcan en este emblema, lo reciban generosamente como propio y, satisfechos, hagan uso de él para que los represente como corporación ante el pueblo de Baeza y el conjunto de la comunidad católica cofrade.[7]

 

[1] La actual titulación de El Calvario se impone en 1962: cuando es precisamente la imagen de un crucificado vivo la que viene a aglutinar de nuevo la devoción corporativa.

[2] V. https://es.wikipedia.org/wiki/Ave_crux_spes_unica

[3] CAPÍTULO PRIMERO. En qué manera se a de fazer la proçessión el Jueues Sancto en la noche. […] Y en la proçessión lleuando por guía vn pendón de color negro. Y luego en continente yrá tras el dicho pendón vna semejança de Christo con la cruz a cuestas. Y en fin de la proçessión una deuota ymagen de vn crucifixo con la más veneraçión que ser pudiere, a donde yrán en la tal proçessión todos los hermanos saçerdotes con sus sobrepellizes, cantando la letanía y el hymno de Vexilla Regis y el psalmo Miserere mei, con otros offiçios, como en tal tiempo se requiere. Cf. Sánchez Herrero, J. (ed.): CXIX reglas de hermandades y cofradías andaluzas, siglos XIV, XV y XVI, Universidad de Huelva 2002   

[4] V. GARRIDO LEMUS, José Francisco: “Cristo de Las Escuelas – Cristo de Las Gracias”, Gólgota 2019, pp. 76-100 [https://issuu.com/antonioj.garcia/docs/anuario_golgota2019]

[5] Al menos a la que conocimos a fines de los setenta y en los ochenta: de seda blanca orillada con flecos de hilo de oro, exhibiendo el perfil del Calvario sumado de las tres cruces; todo bordado en oro directamente sobre el paño sin marco que lo contuviera. Con los mismos muebles en tonos marrón, y ahora sí como escudo propiamente dicho, volvemos a encontrarnos el mismo diseño en la espléndida orla corporativa obra de Julián César Sánchez Ruiz (2016).

[6] Conviene recordar aquí, sin embargo, que tanto el hábito de color blanco, como el pendón o estandarte negro e incluso los cordones blanquinegros, tienen una destacada presencia histórica en nuestra tradición penitencial. V. supra: notas 2 y 5    

[7] Se accedió por última vez a todas las webs citadas en este artículo el 28 de febrero de 2021, Día de Andalucía.